CAJA DE RECUERDOS: HÉCTOR

Héctor sonreía, mirando la fachada de la facultad el primer día de clase. Durante 2 minutos, parado frente a ella vió entrar a los alumnos con los que durante los próximos años se cruzaría por los pasillos.

De la mayoría no llegaría a conocer ni su nombre, pero seguro que con el paso de los años, entablaría una relación e incluso una amistad. Desde que tenía uso de razón, e incluso antes, había estaba rodeado de animales… Por eso el día que le dijo a sus padres que iba a estudiar Veterinaria, éstos no se extrañaron y lo animaron a que persiguiera su sueño.

Conservaba con cariño una caja de recuerdos en la que su madre había guardado durante años pequeños objetos de su etapa de bebé y también un sobrecito con fotos. Por eso era plenamente consciente de que incluso antes de nacer, en casa había habido animales. Mireia, su madre, tenía tres gatos desde antes de nacer él (Bolita, Sirah y Noa) y cuando tenía pocos meses, llegó a casa Asgard, un setter bonachón que se convirtió en su compañero de juegos desde el primer dia.

Con el paso de los años, y como es natural, los animalitos en casa fueron cambiando… Héctor también había tenido un hamster, tortugas, un conejillo de indias y, en el picadero que había en el pueblo donde vivían, “adoptó” un potrillo el día que cumplió 10 años.

Y hoy empezaba una nueva etapa en la que volcaría todo el respeto y cariño hacia los animales que durante años había crecido en su interior, gracias a sus padres, que, al salir de casa por la mañana, le habian regalado una libreta de notas con aquella frase que tambien aparecía en su caja de recuerdos personalizada y que había sido su “grito de guerra” desde el primer momento en que él había aparecido en sus vidas #tuyoyunpequeñovikingodandopatadas.

Pd.: Mireia… espero que os haya gustado la historia, casi tanto como la caja. Gracias por vuestra confianza. 🙂